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Cristina Gil Venegas

Cristina Gil Venegas

A night-time traveller

SANTA MARTA: NOCHES REFLEJADAS

El mar ha sido para mí ese lugar mágico donde encontrar la calma. Es extraño sentir una conexión tan profunda con este elemento, cuando la mayor parte de mi vida he vivido en el interior de Colombia

EL MAR

El mar ha sido para mí ese lugar mágico donde encontrar la calma. Es extraño sentir una conexión tan profunda con este elemento, cuando la mayor parte de mi vida he vivido en el interior de Colombia, rodeada de altas montañas y paisajes verdes. Muy lejos del sonido del mar, de su olor y de sus colores. 

Tal vez esa situación, me ha llevado a elegir ciudades costeras o rodeadas por grandes cuerpos de agua, cuando he tenido la oportunidad de vivir fuera de Colombia. Creo que es esa necesidad por estar cerca del agua y por recorrerla, lo que me ha impulsado a moverme entre ciudades, cada vez que he tenido la oportunidad de hacerlo. De ahí que mi último viaje a Santa Marta surgió por un impulso, una necesidad interior de volver a escuchar el mar.

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Costa de Santa Marta durante el atardecer

La primera vez que visité Santa Marta fue en carro. Fue toda una travesía y uno de esos viajes típicos que hacen las familias de clase media del interior de Colombia. El infaltable viaje a la costa. Recuerdo que era la primera vez que hacíamos un viaje largo con mis abuelos. A pesar de habernos varado dos veces en el camino y de todos los percances en los planes, es de los recuerdos más lindos que tengo de mi niñez.

SANTA MARTA

Entre ese primer viaje y mi última visita a Santa Marta, mi percepción de los viajes ha cambiado bastante. Recuerdo esa niña que buscaba refugio en sus padres y abuelos, para no perderse entre la multitud de un lugar completamente desconocido. Ahora es una mujer que busca excusas para caminar por las calles sin rumbo fijo, sólo siguiendo las fachadas coloridas y pequeños cafés que llaman su atención. Siempre buscando escapar de la rutina, para descubrir un nuevo rumbo.

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Carrera 3, Calle de sombrillas en Santa Marta – Noche

En los últimos viajes he tomado la costumbre de leer sobre los lugares que visito y comprar libros en librerías locales de esas ciudades. Siento que los relatos de esas otras personas le dan una mayor profundidad a mi experiencia durante los viajes. Esta búsqueda me llevó al libro “El Desafío de las Luciérnagas”.

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Fachada de la librería Grupo Andes durante la noche – Santa Marta

En este libro su autora, Polidora Gómez, narra que “el escape es el mar…”. Esta frase resonó de manera profunda en la conexión que tengo con esos recuerdos de perder la noción del tiempo mientras escucho el sonido fresco y profundo del mar. Mientras veo cómo ese horizonte entre el mar y el cielo se vuelve el infinito. Mientras escucho conversaciones de lugareños durante las caminatas por el malecón de Santa Marta. Mientras los colores rojizos se apoderan del paisaje de esta ciudad al atardecer.

LA NOCHE EN EL MALECÓN

Una nueva parte de Santa Marta despierta al caer el atardecer. Aunque la mayoría de personas van a la costa a aprovechar las horas de sol y los momentos más calurosos del día, yo encuentro reconfortante la brisa fresca del mar, ese aire que recuerda que ya llega la noche. Un momento menos caluroso, pero aún con el calor suficiente para disfrutar de una caminata tranquila y pausada por sus calles. 

Este momento del día, trae a mi memoria la imagen del Malecón. Durante los últimos rayos del sol, el cielo viste de cálidos colores contrastados con el intenso azul del mar. Cuando cae la noche, el azul profundo del cielo se mezcla con la oscuridad del mar y no quedan más que los reflejos del agua, para ayudarnos a distinguir el límite que hay entre el mar y el cielo.

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Parque “Camellón Rodrigo de Bastidas” durante la noche – Santa Marta

La noche en el malecón es una mezcla entre el sonido del mar y las conversaciones de locales. Entre la música que va y viene en tandas desde algunos kioscos y desde la chiva, que no puede faltar con sus luces de discoteca, para ambientar de color y melodía la vía paralela al mar.

“SIEMBRA DE HISTORIAS”

Este es el nombre que Polidora Gómez le da a una de las secciones de su libro de poesía “Desafío de las Luciérnagas”. Leyendo las palabras de Polidora encuentro capas profundas de experiencias, que me llevan a relatos sentidos de una tierra que ha visto desde la felicidad más embriagante, hasta el dolor más desgarrador. Este nombre, “siembra de historias” me hace pensar en aquellas historias que se plantan durante el día y sólo florecen en la noche.

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Calles de Santa Marta durante la noche – Centro de Santa Marta

Creo que la noche muchas veces nos acoge en su sombra, para darnos el permiso de hacer lo que no nos atrevemos durante el día. Y es por esto, que en muchas ciudades la noche es de extremos. Desde espacios que irradian sonidos y luces de fiesta, hasta lugares completamente deshabitados. En muchas ciudades, parece que la noche no tiene esos escenarios intermedios que posee el día. Los momentos de calma, contemplación y recreación pocas veces se viven durante la noche.

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Calles de Santa Marta durante la noche – Centro de Santa Marta

En Santa Marta caminé por calles vivaces llenas de luces de colores y gente, para encontrar a unas pocas cuadras, calles desoladas en las que se confunden las sombras de arbustos, con las de personas que encuentran en las calles la única forma de tener un lugar en el cual dormir. Aunque Santa Marta presenta estos extremos, también ha tenido la habilidad de crear los escenarios intermedios. 

“¿QUÉ TIENE LA NOCHE?”

Carlos Vives es uno de los cantantes más reconocidos en Colombia y tiene una canción que se llama “¿Qué tiene la noche?”. Esta canción despierta en mí, una mezcla de sentimientos entre la conexión con el ambiente cálido de la costa, a través del sonoro sentir de su melodía y la magia que tiene Bogotá, esta ciudad en la que ahora vivo, que ha pesar de su caos y meses lluviosos, encuentra maneras de inspirarme.

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Calles de Santa Marta durante la noche – Centro de Santa Marta

A diferencia de Bogotá, en Santa Marta encuentro esos escenarios intermedios durante la noche, que no he podido vivir en Bogotá. No estoy segura si esto se debe al clima, la cultura de la gente, la escala de la ciudad o la mezcla de todos estos factores. En Santa Marta, me sorprendió encontrar espacios urbanos como el malecón, con tanta vitalidad urbana durante la noche.

Una vitalidad que no tiene que ver con la fiesta ni el bullicio. El malecón de Santa Marta tiene espacios para caminar tranquilamente al borde del mar y para contemplar la noche desde las bancas que se extienden a lo largo del parque lineal. También, cuenta con espacios de juegos para niñas, niños y personas adultas, donde las familias locales disfrutan durante la noche. A este escenario se añaden algunos comercios locales que dinamizan la noche urbana.

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Parque “Camellón Rodrigo de Bastidas” durante la noche – Santa Marta

Además, cuenta con actividades como el festival de cine al mar, en el que el espacio público se convierte en el escenario para proyectar películas y realizar conversatorios. Estas propuestas, no sólo permiten tener una noche diversa, sino que prolongan el uso del espacio público y así el acceso de su población a nuevas formas de recreación.

VIVIR LA NOCHE

Luego de haber pasado varias noches en Santa Marta, encontré en esta ciudad un lugar en el que me sentí libre de disfrutar la noche. Me sentí acogida por una noche mucho más amable de la que estoy acostumbrada en Bogotá. Aunque Santa Marta sigue teniendo zonas contrastadas entre bullicio y soledad, esta ciudad le ha apostado a escenarios intermedios para la vida urbana durante la noche.

Aunque Santa Marta sigue teniendo zonas contrastadas entre bullicio y soledad, esta ciudad le ha apostado a escenarios intermedios para la vida urbana durante la noche.

Caminar por el malecón entre personas de diferentes edades, que habitan el espacio público de manera recreativa, me hizo sentir segura. Volví a caminar tranquila, dándome tiempo para escuchar el mar y sentir la brisa refrescante de la noche. Experimenté una sensación de libertad y seguridad al estar rodeada de personas, que aunque fueran extrañas, me acompañaron en mi viaje.

Al final me sentí más bienvenidao por las noches en Santa Marta de lo que jamás me he sentido por las noches en Bogotá, después de más de una década de vivir allí. Entonces, ¿qué tiene la noche de Santa Marta que no tenga la de Bogotá?

Viajera nocturna

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