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Cristina Gil Venegas

Cristina Gil Venegas

A night-time traveller

ENCONTRANDO LIBERTAD AL VIAJAR

Para ellas, el hecho de viajar es más que relajación y bellas fotografías en lugares encantadores. De cierta forma cuando viajan se dejan impregnar de otras culturas y reflexionan sobre sí mismas.

MUJERES DE MUNDO

Recientemente, estuve escuchando el podcast de Michelle Obama, y si has estado leyendo este blog probablemente te has dado cuenta que soy una gran admiradora de ella. Las palabras de Michelle Obama me llevaron de vuelta a las mujeres de mi vida a quienes he considerado mis mentoras, quienes nunca tuvieron el título de mentora a pesar que me escucharon, guiaron y apoyaron en momentos importantes de mi camino. Luego de reflexionar un poco sobre sus palabras y personalidades, me di cuenta que lo común entre ellas es que eran, lo que yo considero, mujeres de mundo.

Ciertamente ser una mujer de mundo es un título que han ganado no solo porque disfrutan viajar por placer, sino porque también viajan por negocios o por aprendizaje. Para ellas, el acto de viajar es más que relajación y lindas fotos en lugares encantadores. De cierta manera, cuando viajan se dejan impregnar por otras culturas y reflexionan sobre sí mismas. 

Además, han construido sus propios estudios, aportando una nueva visión a sus ecosistemas locales y con ello han inspirado a otras jóvenes como yo a tomar el control de sus carreras, a aprovechar al máximo el mundo y a encontrar oportunidades para devolver una parte de sí mismas a las comunidades que las rodean.

Cuando las conocí, vi una libertad en su mirada que no había visto antes en otras mujeres. Noté ese sentimiento de independencia que solo había sentido la primera vez que estudié en el extranjero. Una de estas mentoras que menciono, fue mi primera profesora de diseño de iluminación en la UPC de Barcelona, durante mis estudios como estudiante de posgrado y luego mi jefe cuando hice una pasantía en su estudio. Aunque no fue mi primera mentora, la conocí en un momento de mi vida en el que finalmente había descubierto mi vocación.

MI VOCACIÓN

Nunca se me impuso alguna carrera o un camino específico, sin embargo mi contexto logró influenciarme inesperadamente. Había elegido ser arquitecta inspirada por mi padre, que desde joven había amado hacer dibujos técnicos y era realmente talentoso en ello. Recuerdo haberme deleitado escuchando sus historias sobre sus herramientas, lo mucho que las cuidaba y cómo soñaba con convertirse en arquitecto o ingeniero. Desafortunadamente, estos sueños nunca se hicieron realidad debido a las dificultades que él estaba enfrentando en ese momento.  

Después de graduarme de arquitectura, acepté un trabajo que no esperaba. Hasta ese momento, me había dejado llevar por la “buena guía” que me ofrecían mi familia, profesores y amigos cercanos para tomar las decisiones importantes de mi vida. Sin embargo, cuando elegí diseño de iluminación como carrera, no tenía ni idea a qué me enfrentaría, pero aún así estaba feliz de tomar el riesgo. Mientras investigaba el medio, leí un interesante artículo que me ayudó a tomar esa decisión.

Me sentí inspirada por el poder que tiene la luz para cambiar la percepción de un edificio. Leí cómo algunas personas detuvieron la demolición de varios edificios patrimoniales en Nueva York al iluminarlos y hacer una intervención efímera.

Ese artículo me trajo recuerdos de cuando era estudiante de intercambio en Buenos Aires y decidí seguir el cronograma que me habían dado en mi Universidad de origen y no dejarme “distraer” por un curso de diseño de iluminación que quería tomar pero el cual no podría homologar después.

En ese momento, no tuve el coraje de seguir mi intuición y años después me di cuenta que la clase la daba una diseñadora de iluminación realmente talentosa Eli Sirlin. Cuando me enteré de eso, lamenté dejarme llevar por lo que creía que eran mis obligaciones diarias y no seguir mi intuición.

EL VIAJE

Después de todos las señales y guiada por mi intuición, apliqué al posgrado y conseguí un lugar en la UPC -Universitat Politècnica de Catalunya-, lugar donde conocí a mi mentora. Durante mi paso por la UPC, recuerdo que me cautivaba la forma en que mi mentora entendía la luz, su pasión por sus proyectos, su continua forma de desafiarnos como estudiantes y su estudio siempre lleno de dibujos, luminarias y materiales para probar.

Volviendo la mirada a esos días, en mi mente permanece la imagen de su equipaje de viaje en un lugar de su estudio cerca de la puerta, y mi mente preguntándose cuál sería su próximo destino. Su apretada agenda y su capacidad para tener todo a tiempo. Su sonrisa después de clases cuando solía ponerse el casco y montaba en bicicleta de regreso a casa. Su buen sentido del humor y cómo encontraba tiempo para compartir un par de cervezas con nosotras después de una ardua entrega durante mi pasantía. Momentos en los que solía compartir algunas de sus aventuras como su viaje en auto por Estados Unidos como un merecido cierre tras sus estudios de Máster. Y cómo olvidar, sus atentos regalos, algunos de mis primeros libros de diseño de iluminación que hoy guardo como mi tesoro.

Recuerdo que me impresionaba su pleno sentido de sí misma y su extrema confianza. Parecía moverse con tanta facilidad en el mundo, saltando entre alemán e inglés con los clientes de su estudio, luego discutía conceptos de iluminación y detalles técnicos en español y finalmente nos explicaba algunos puntos clave de un concurso de iluminación escrito en catalán. Yo soñaba ser ella.

REFLEXIONANDO EN EL CAMINO

Algunos años después, la volví a ver. Hablamos unos minutos en la cafetería de una feria de iluminación y luego me invitó a cenar. Después de esa charla me di cuenta que ella había intuido mucho sobre mí durante ese corto tiempo en Barcelona, cosas que me tomaron años ver y otros tantos aceptar e interiorizar. Tal vez era debido a su experiencia, hasta ahora no estoy segura del por qué de su poder para leerme. 

Incluso hoy, sus palabras y reflexiones me hacen cuestionarme sobre mi camino como profesional y como mujer. Cuando vuelvo a esos momentos tengo recuerdos mezclados entre sus clases, los proyectos de su estudio, mis compañeros y esa hermosa ciudad que es Barcelona, el primer lugar donde realmente aprendí a ver el poder y la magia de la luz de manera consciente. A ver el mundo con nuevos ojos.

Más allá de las clases creo que mi entorno de aprendizaje fue la ciudad en sí misma, descubriendo sus espacios escondidos, lugares que se transformaban entre el día, la noche y las estaciones. Una ciudad que se vestía de luz en las celebraciones especiales y de sombra en las estrechas calles del casco antiguo. Una ciudad que tiene la capacidad de sorprender constantemente a viajeros y ciudadanos.

VIAJERA NOCTURNA

Después de reflexionar sobre mi camino, me doy cuenta de lo importante que ha sido en mi vida la sensación de libertad que he descubierto a través de los viajes, tanto como profesional, como mujer. Sigo siendo tímida y siento pánico al hablar en público, entre otros miedos. Pero a pesar de todos mis miedos y mi tendencia a pensar demasiado cada decisión, he estado cultivando un sentido de posibilidad que me permite atreverme a hacer cosas a pesar del miedo. Y saber que incluso en el momento más oscuro puedo encontrar mi propia luz.

He estado cultivando un sentido de posibilidad que me permite atreverme a hacer cosas a pesar del miedo. Y saber que incluso en el momento más oscuro puedo encontrar mi propia luz.

Volviendo al tiempo que pasé en Barcelona, allí fue cuando comencé a viajar sola por elección y también con compañeras y amigas sólo persiguiendo la noche. Fue entonces cuando me di cuenta que era una viajera nocturna. Pasé mis viajes observando ciudades de noche, guiada por acogedoras luces cálidas o alegres luces de colores, finalmente, disfrutando de la noche de otra manera. Para mí, descubrir las ciudades durante la noche me dio la libertad que había buscado durante tanto tiempo.

Viajera nocturna

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